Y ayer lo comprobé: me encontré con M. en el bar y con un par de copas (acumuladas desde el viernes, pero nada grave) y estuvimos hablando un rato. Me descubrí comentando y analizando mi tiempo en el pueblín con él: cómo llegué acelerada, cómo iba avasallando a todo el mundo... y cómo han cambiado las cosas ahora. Por lo visto ahora estoy mucho más tranquila, más asentada y eso se nota ("por dentro y por fuera, que ahora estás mucho más guapa", fueron sus palabras textuales) Puestos a pechar con la sinceridad estuvimos hablando de "lo nuestro", del que le doy tranquilidad, de la sensación de "reposo del guerrero" que me da que le doy, de las risas que nos echamos, de lo bien que nos entendemos. Y también de él, de la niña de Canarias con la que se ha liado y a la que ha ido a visitar en alguna que otra ocasión, de que el fin de semana pasado estuvo en su casa. Y de la petición de que fuese a testificar, de cómo me sentí, de su abuso de confianza (ya reconocido), de cómo se siente él con lo de los niños... Y, para acabar, hablamos de Q., de cómo lo ve él, de lo que piensa, de cómo se siente y de que jamás haría nada que pudiera hacerle daño (creo que esto explica mucho de lo de que cuando Q. está él casi ni saluda).
Al final terminamos besándonos en el coche aparcado, mal por cierto, en la puerta de mi casa, al estilo adolescente. Creo que ahí nos equivocamos, pero fue la "culminación" de una complicidad que creo que ayer se multiplicó por dos.
---- La explicación de vivir rápido el año pasado es, creo, mi necesidad de intentar quemar el pueblo antes de que el pueblo me quemara a mi y sólo dejara mis cenizas. Sé que no lo justifica, pero también sé que no tuve otro modo diferente de luchar. Quizá el salir cada día, el bailar, el hablar con las paredes y comentar todo lo que pasaba fue lo que consiguió que yo saliera del agujero en el que me había metido y en el que no veía la luz. Este año, gracias a Dios, estoy tranquila, con la confianza de quien se sabe querida en un lugar que no es el suyo ------
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