Escribir siempre lo he considerado una terapia y, quizá por eso, hoy me siento frente al ordenador con la sana intención de exorcizar los demonios que me conducen a la tristeza tras haber rozado el cielo.
Poco tengo que decir tras haber roto el espejo en el que me miraba y que no daba más que imágenes falsas de lo que soy. Sí era con él, sí fui como soy con él, pero él nunca sería como yo. Y no digo con esto que necesite un clon a mi lado, no digo que quiera que piense y sienta como yo en cada momento (no quiero aburrirme!) pero sí necesito que no seamos tan radicalmente opuestos, que mi Verdad fundamental no sea su Mentira más grande, sí necesito saber que si mi opción por la izquierda (no hablo de política sólo), por lo que no se ve, por aquellos a quienes no se ve, es real y quiero que cada vez lo sea más, la persona que está a mi lado es capaz de entender eso.
Me encantaría que fuese él quien estuviera conmigo. Ojalá pudiera seguirle contando mil cosas cada día, ojalá el mundo no se hubiera hecho de noche con una caricia y un beso, pero de nada vale lamentarse. Él es quien es (por eso le quise para mi) y yo soy quien soy (y por eso él me quiso como soy). Y ahora nos hemos ido para seguir siendo quienes éramos.
Qué pena...
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