Como dice Sabina hay una epidemia de tristeza en la ciudad. Esto no es una ciudad, es un colegio, y yo no soy Sabina (un poco más guapa creo yo que sí soy) pero hay una epidemia de tristeza aquí. Empezó el lunes, fue curioso ver cómo, de repente, todos estábamos tristes tomando el café, nadie sonreía, o al menos no lo hacían como siempre, y todo así, sin más, sin razones... Pero ayer llegó la razón, ayer sembraron la tristeza en mi, yo no sé quién fue, ni de quién fue la culpa ni quién rompió los sueños ni los espejos ni... ni nada, sólo sé que no me siento bien, que tengo ganas de llorar sin ganas. Me traicionaron, bueno, no, yo me sentí traicionada: quien nada pide nada espera, y ellos no me habían pedido nada, así que no esperaban nada, por lo que no debí hacer lo que hice. Fue mi culpa, sí, lo sé...pero el sentirte solo, el preguntar algo y que todo el mundo baje la cabeza hace sentir... sólo, esa es la palabra: sentirse solo. Sólo por encima de cualquier diferencia o cualquier carencia, sólo frente a todo el mundo cuando todos saben lo mismo que tú. Y duele. Y ya sólo queda esperar a que el corazón cure sus heridas...
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