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Palencia, 01-05-07


Palencia se ha roto, ha reventado en mil cristales en una noche larga. Esos cristales rotos no tienen más significado que el de las gentes que estaban allí esperando encontrar una respuesta vestida de noche y oscuridad.

Sus pijamas, sus heridas, el fuego, las ventanas rotas, el olor a polvo, el amarillo de un hospital de campaña que desearía no haber visto, las ambulancias apostadas delante de la puerta de mi casa, las ventanas abiertas por la onda expansiva, mi cama moviéndose, el silencio, el silencio, el silencio...

Silencio tras la explosión apenas roto por la gente que lloraba y preguntaba por qué, silencio de ambulancias sin sirenas, silencio de todos los que estábamos allí tratando de comprender, silencio que pidieron para poder encontrar a gente sepultada pero VIVA, silencio, sólo silencio en una ciudad pequeña pero llena de vida.

Ahora el silencio lo tengo yo en Burgos, el silencio interior me acompaña mientras fuera se llena de una historia ya demasiado repetida. Estoy cansada; me cansa el recuerdo de una imagen que nunca debimos ver, me cansan las voces que no quise oír y las lágrimas que tuve que haber llorado en ese momento. Me cansa el sonido que recuerdo y me cansa el silencio que tanto pesa.

-- Desde aquí, esta página que nadie de quien hablo leerá, quiero que sirva de homenaje a toda esa gente que lleva ya 48 horas trabajando por quien no conoce, es reconocimiento, también, a todos los que han sabido estar ocultos tras las mantas que se bajaron, bajo la ropa que se dejó en el convento de las monjitas o en el paseo hasta allí para contemplar con horror el horror; es abrazo cariñoso a todos los que a las 6 de la mañana compartieron calle y mirada de terror conmigo. Hay mucha, mucha gente que ha estado ahí, viviendo el horror. A ellos mi abrazo, mi reconocimiento y mis gracias, porque hay muchos que no podrán dárselas --