miércoles, octubre 22, 2008

Entrañas

A veces escribir es un ejercicio de mentalidad, a veces un ejercicio de escuela, a veces un ejercicio meramente intelectual, a veces escribo porque no hay nada mejor que hacer, a veces porque las hadas vienen a estirar mis dedos sobre el teclado, a veces soy yo quien les desperezo y les mando ponerse en acción, pero cuando realmente escribo algo que valga la pena eso es porque mis entrañas, mi alma, mi corazón y mi estómago están en cada letra de esa historia.

Hay mucha entraña en este blog...

lunes, octubre 20, 2008

Suma y sigue

Vaya racha... :(

Homenaje (a quien ya se fue)

¿Quién era aquella rubia? Mucha gente la conocía por sus paseos por la calle mayor, otros tantos por haberla visto siempre en la Residencia trabajando y, otros muchos, la admiraban por cómo se enfrentó a su propio calvario. Nosotros, los que hemos estado cerca de una manera u otra, creo que sólo podemos decir que la admirábamos. Hubo unas palabras que no pudieron salir de mi boca el último día que estuve con ella entre sus sueños: estoy muy orgullosa de ti. Salió un "te quiero mucho, tía", salió un entrecortado ya "ánimo" pero lo más importante, lo que me llena la boca ahora y me ha llenado el pensamiento tiempo atrás, es el orgullo de tener a alguien que se ha enfrentado a la muerte más allá de sus fuerzas y las nuestras. No se lo pude decir, me pudo la emoción de verla allí, entregándose ya (por fin) a lo que fue su misión más importante: el dejarse ir. Una vez más nos dio una lección entre sueños y delirios febriles. No hubo una queja, no hubo una mala palabra. Le pregunté cuando llegué, mientras me sentaba en su cama y le agarraba la mano, qué tal estaba: me miró entre sueños, me buscó entre sus recuerdos (que ya estaban viajando) y me encontró y me dijo: "hola hija. Bien" Y yo me sonreí, entre lágrimas casi como estoy haciendo ahora, y dije: "¿Qué? ¿Nunca nos vas a decir que no te encuentras bien? Vaya tela contigo, tía." Y ella sonrió, siguió respirando a ese ritmo agobiante que llevaba y siguió mandando sus recuerdos. Creo que tardó en enviar el mío: tuvo tiempo para decirme que ella también me quería. Tiempo. Sólo eso curará la herida de que no esté, sólo eso hará que la abuela duerma de nuevo, que papá vuelva a sentarse tranquilo en el sofá, que la tía Maite sonría de nuevo. Tiempo. Ojalá lo tengamos y no nos lo robe la plaga de este siglo. Ojalá nos deje hacernos viejitos y seguir caminando de la mano mientras nos miramos a los ojos y nos decimos lo mucho que nos queremos sin tener que buscarlo en el camino que nos lleva al Cielo.