jueves, agosto 30, 2007

Me apetecía contar que estoy en Burgos, en mi casita, con mi ordenador. Y que, a partir del lunes, vuelve la rutina a mi vida. Un poco de orden, por fin

lunes, agosto 27, 2007

Hoy, hablando con un amigo, me he acordado de nuevo de lo que fueron las sensaciones que tuve hace algo más de un año. Riaza, sí, de nuevo Riaza.

Me decía mi amigo que ya cambiaré, que ya dejaré de confiar en la gente tal y como lo hago ahora, porque piensa que doy demasiada importancia a las relaciones personales. Y me he visto reviviendo los peores momentos allí; esos en los que pensé que jamás volvería a confiar en nadie, esos en los que toda la gente parecía culpable de traiciones que nunca cometieron.

No quiero volver a no confiar en nadie, creo que eso fue lo que me llevó al nivel de destrucción que alcancé. Recuerdo cuando Santos me dijo que pusiera nombre a mis fantasmas, que intentara hacer una lista con todas las cosas que me estaban haciendo daño y a las que tenía miedo. Ya no recuerdo las que puse (fueron tantas…) pero ahora, con la cicatrización producida por el tiempo, sí sé un nombre importante: desconfianza.

No sé vivir pensando que la gente me quiere hacer daño. Llamadme ingenua, tonta o ilusa, pero no entiendo por qué tengo que ir siempre mirando hacia atrás a ver si alguien me clava un puñal. Prefiero confiar en la buena gente, en las buenas intenciones. Aunque luego me vengan mal dadas, o aunque luego me llamen Heidi.

sábado, agosto 25, 2007

(NO) IBA A VOLVER A HACERLO

Ayer fue día de reencuentros, o de encuentros, si es que uno considera que no haberse encontrado nunca antes en un face2face es no haberse encontrado nunca. Tiempo ha que yo dejé de moverme en determinados mundos a conocer gente, ya no confío en algo que no sea estar con la persona, mirarla a los ojos y sentir que funciona eso que llamamos química. Pero ayer estuve con alguien con quien la había aun antes de habernos encontrado. Quizá por eso (y también porque el que se dedique a lo que se dedica me daba tranquilidad) me decidí a hacerlo.

La sorpresa fue grata: él llegó hasta mi ciudad con un amigo. Nos encontramos y todo, a partir de ahí, fueron encuentros: encuentros con sus caras, con sus risas, con sus ojos, con sus voces, con sus manos... Y no fuimos extraños, ni ellos ni yo. Tanto es así que nos fuimos al hotel (sorprendente poder de convicción el mío) y me sentí como en casa con ellos. Tras estar allí me gané el apodo de "achuchable" (bueno, en realidad esta es la adaptación final) y yo también se lo daría a alguno de ellos.

Acabamos el viaje en Burgos, mi ciudad, no eterna, pero mía ya, leyendo su historia escrita en piedras y traduciéndola en los bares al son de buenas conversaciones. Quizá no volvamos a encontrarnos o quizá sí. Sólo sé que el no se convirtió en sí de nuevo en mi vida y, en este caso, no me lamento de nada.

miércoles, agosto 22, 2007

AKELARRE

A veces no sabemos leer las señales que nos envían las brujas que se han reunido antes que nosotras. Quizá por eso ayer no comprendimos que el que la primera botella de lambrusco estuviese picada nos quería decir algo.

Así fue. Parece que el vinagre tenía que estar presente en nuestra reunión y, al irse por el fregadero, tuvo que aparecer reencarnado en lágrimas.

A veces las brujas no se explican bien, y yo soy novata en el arte de la dulzura. Pero quiero ir aprendiendo y con vuestra mano, mientras me corregís como siempre hacéis, conseguiré encontrar el conjuro adecuado para que mis voz y mis palabras suenen suaves, porque si alguna misión tienen nuestros akelarres es la de hacer que, juntas, el mundo sea mucho más fácil.

Para quien es, con todo mi cariño…

sábado, agosto 18, 2007

¿FICCIÓN O REALIDAD?

Empiezo a plantearme que no debo salir más de casa...
Escribo porque el alma, ese que nos unió hace un par de días, me pide un agujerito por el que respirar, porque mi alma me suplica una salida. Pero no sé qué contestarle y le cuento lo único que sé: tus certezas, las mías no las he encontrado aún.
Le cuento (me cuento) que la magia cayó sobre nosotros como caía la sidra en el vaso. Le cuento que los fuegos fueron bonitos, pero más lo fue la conversación que los amenizaba. Le cuento, cómo no, que pasé la noche luchando contra mi misma, que en ocasiones no sabía quién iba a ganar y que no conseguí que mi cabeza descansara un segundo. Pero tengo que contarle la verdad: también le cuento (me cuento) que mientras caminábamos camino de los bares yo soñaba tu mano, que cenando no vimos a nadie más allí, que en el bar…. Lo del bar no tengo que contárselo porque mi alma sabe que temblé con tu mano en mi espalda y que me sorprendí con tu beso hasta desear más.
Pero no puedo mentir, y ahora tengo que contarle que hemos de retirarnos del campo de batalla, que no vamos a pelear en una guerra que no es nuestra. Ahora, tengo que contarle (y contarte) que no importa lo mucho que yo desee algo o lo mucho que lo deseemos (y nos deseemos), he de decirle (decirte) que por más que quiera no podría perdonármelo más adelante.
Mientras tanto sonrío por el regalo de haberte conocido, de sentirme como me siento ahora (¡sigo viva!) y, no te voy a engañar, también sonrío porque mi sobrino grande, el que me ata a la vida con cuerdas de besos, está cantando en la habitación de al lado mientras mi hermana intenta dormirle. Todo un regalo...